viernes, 13 de abril de 2012

4. En otra vida

En otra vida, nazco en un pequeño pueblo del norte de Noruega. Lo primero que le viene a la gente a la cabeza cuando oye norte de Noruega es un frio tremendo. Pero yo estoy ya acostumbrada y me gusta. Es parte de mi.

Aunque en mis años de juventud me marché a Oslo para estudiar la carrera, regresé a casa en cuanto pude. Me gusta el lugar donde nací y es donde quiero que crezcan mis hijos. Tuve mucha suerte porque a Tom, mi marido, le encanta el sitio y está tan contento como yo de haber tomado esta decisión. Tenemos dos niñas pequeñas, de un pelo rubísimo y mejillas sonrosadas. Son la alegria de la casa. Por las mañanas a Erika le cuesta mucho levantarse y se hace la mimosa para no salir de la cama. Sin embargo Anna es puro nervio, cada mañana salta de la cama, revolviendo el edredón, se calza sus botas de agua rosas y se pone las manoplas a juego que le regaló su abuela y corre hacía la puerta deseando salir a la calle a respirar ese aire tan frío y ver si puede jugar con la nieve antes de ir al colegio.

Tenemos un gato en casa. Se llama Tup y pasa la mayor parte del día tumbado cerca de la chimenea. Eso si, en cuanto llega la noche, Tup se despereza y se acerca a la cama para que las niñas lo acaricien y le suban a dormir con ellas.

Nos gusta la vida en Noruega. En las tardes de mucho frio y ventisca fuerte nos metemos los cuatro en casa y Tom prepara la merienda que le hacía a él su madre, unas tazas de chocolate caliente con un poco de nata en la parte de arriba y lo acompañamos con un buen bizcocho de yogurt. Nos pasamos la tarde contando historias maravillosas sobre princesas rubias y principes guapos que viven mil aventuras a lomos de un dragón y las niñas saltan de un lado a otro con una corona y una capa puestas.

Al final del día estamos agotados, las niñas duermen con Tup y Erika incluso duerme con la capa puesta, no quiere nunca quitársela.

Agradezco tener a Tom a mi lado, todo esto no podría ser igual sin él. Y con el viento golpeando en los cristales y los copos de nieve rellenando nuestro jardín de blanco nos quedamos dormidos...

1 comentario:

  1. Tienes una vida preciosa.

    Yo siempre he imaginado que la vida en suecia y en Noruega sería así al llegar la tarde. Me gustó cuando viajé a Estocolmo, la idea de las velitas encendidas en las ventanas y en las entradas a las tiendas.

    Un abrazo

    +¡Qué graciosa con la capa!!!:)

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